Quizá debamos aprender de nuevo
las leyes de la física.
Saber que somos impulsos eléctricos
contenidos en un magma
de músculos, huesos y cristales,
células distantes en el vacío.
Quizá debamos entender
que a toda leve acción
puede corresponderle
una grave reacción.
Pero aunque no seamos capaces
siquiera de entender el infinito,
la relatividad o las cuerdas,
no solo somos cuerpos celestes
a la deriva de sentido,
sino que nuestro futuro
depende de un gesto o un abrazo,
y que la física puede ser enterrada
entre nebulosas de sin sentido,
porque una de las únicas verdades
que mana del ser humano,
es que no solo somos electricidad y vacío,
sino algo mucho más profundo,
casi tanto como el inasible universo
que nos acoge y salvaguarda.
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(Rincón de la Victoria - Málaga, febrero 2004)
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