mi muesca de orgullo herido.
Vengo a postrarme donde acaba el mundo,
a entregar la pregunta primera,
la cuestión fundamental:
¿Dónde acaba la vida?
Miles de arrugas surcan estas rocas afiladas
como el desengaño de un naufragio,
vestigio de un silencio
que colapsa los sentidos.
Aquí solo pisan las grandes dudas,
los presentimientos que se cuestionan
los desaciertos transformados
en furia de certezas.
Un lugar tan atávico como la muerte.
Donde el viento aúlla
como el estertor final de las estrellas.
No son las nubes más que el terso velo
del cielo incendiado de tormenta.
Un acantilado de vestigios.
La tierra y yo.
El mar sin calma.
Y ante lo inmenso no dejo
jamás de cuestionarme.
Quién soy, de dónde vine,
y si hay, finalmente respuesta,