Hay personas que miran de frente,
a los ojos,
para entender al otro.
Porque todos tenemos dos caras
y dos realidades
para poder soportarnos.
Hay sueños que alumbran
las ciénagas oscuras de la realidad.
Pero hay otros que nos conducen
irrevocablemente
a la verdad desnuda de uno mismo.
Nos ahogan, implacables,
las miserias de la vida,
mientras bañamos de esperanza
el anhelo del cambio.
Soñarse sin sueños es encadenarse
con plomo y morir ahogado.
Todos tenemos dos caras,
dos almas que conviene desentrañar.
Una duele mientras la otra equilibra
nuestro frágil desencanto,
pues bajar al fondo y conocerse
nunca fue para cobardes,
ni aún en sueños.